Roma, 21 de abril de 2025 – El mundo católico y la comunidad internacional están de luto tras la confirmación del fallecimiento del Papa Francisco, cuyo nombre secular era Jorge Mario Bergoglio, este lunes a las 7:35 de la mañana en su residencia de la Casa Santa Marta, en la Ciudad del Vaticano. El pontífice, de 88 años, sucumbió a un ictus cerebral que derivó en un coma y un colapso cardiovascular irreversible, según el certificado de defunción emitido por la Santa Sede. Su muerte marca el fin de un pontificado histórico de 12 años y 39 días, caracterizado por ser el primero liderado por un latinoamericano, un jesuita y un defensor incansable de los más vulnerables.
Un final tras una frágil recuperación
El Papa Francisco había enfrentado serios problemas de salud en los últimos meses. Desde el 14 de febrero de 2025, estuvo internado durante 38 días en el hospital Policlínico Gemelli de Roma debido a una crisis respiratoria que evolucionó a una neumonía bilateral, complicada por una infección polimicrobiana. A pesar de recibir el alta el 23 de marzo, los médicos le prescribieron un reposo estricto de dos meses. Sin embargo, fiel a su compromiso pastoral, Francisco continuó con una agenda activa, incluyendo su aparición el Domingo de Resurrección, cuando impartió la bendición Urbi et Orbi desde la Plaza de San Pedro y recorrió el lugar en el papamóvil, saludando a miles de fieles. Esta fue su última imagen pública, apenas 24 horas antes de su fallecimiento.
El cardenal Kevin Joseph Farrell, camarlengo de la Santa Romana Iglesia, anunció la noticia con un mensaje conmovedor: “Queridos hermanos y hermanas, con profundo dolor debo anunciar el fallecimiento de nuestro Santo Padre Francisco. A las 7:35 de esta mañana, el Obispo de Roma regresó a la casa del Padre. Toda su vida estuvo dedicada al servicio del Señor y de su Iglesia”. Farrell destacó el legado de Francisco, quien “nos enseñó a vivir los valores del Evangelio con fidelidad, valentía y amor universal, especialmente a favor de los más pobres y marginados”.
Un pontificado transformador
Elegido el 13 de marzo de 2013 tras la renuncia de Benedicto XVI, Jorge Mario Bergoglio, nacido en Buenos Aires, Argentina, rompió moldes desde el inicio. Fue el primer Papa no europeo desde el siglo VIII, el primer jesuita en ocupar la Cátedra de Pedro y el primero en adoptar el nombre de Francisco, en honor a San Francisco de Asís, reflejo de su compromiso con la humildad, la pobreza y el cuidado de la creación. Su pontificado se distinguió por su cercanía con los fieles, su rechazo a los lujos y su énfasis en una Iglesia “en salida”, abierta al diálogo y centrada en los marginados.
Francisco abordó temas cruciales como la justicia social, el cambio climático, la migración y la paz. Su encíclica Laudato Si’ (2015) marcó un hito al vincular la crisis ecológica con la desigualdad social, mientras que Fratelli Tutti (2020) abogó por la fraternidad universal. Su mediación en conflictos internacionales, como el acercamiento entre Cuba y Estados Unidos en 2015, y su condena a la guerra, especialmente en Gaza, dejaron una huella imborrable. En su última oración pública, el domingo de Pascua, instó a los líderes mundiales a optar por el desarme y la cooperación, declarando: “No cedan a la lógica del miedo que aísla, sino utilicen los recursos para ayudar a los necesitados”.
Un legado de sencillez y universalidad
El Papa Francisco también reformó la Iglesia internamente, promoviendo la transparencia financiera y combatiendo el “carrerismo” en la Curia. Su convivencia con Benedicto XVI, Papa emérito hasta su muerte en 2022, fue un hecho sin precedentes en siglos, demostrando su capacidad para mantener la unidad en la Iglesia. Además, aumentó la representación de cardenales de América Latina en el cónclave, reflejando su visión de una Iglesia más global.
En su testamento, hecho público tras su fallecimiento, Francisco expresó su deseo de ser enterrado en una tumba sencilla en la Basílica de Santa María la Mayor, en Roma, rompiendo con la tradición de reposar en la cripta de San Pedro. “Solicito que mi sepulcro sea preparado en el nicho de la nave lateral entre la Capilla Paulina y la Capilla Sforza, en la tierra, sin decoración particular y con la única inscripción: Franciscus”, escribió.
Reacciones globales y el futuro de la Iglesia
La muerte de Francisco ha generado una ola de condolencias. El presidente de Argentina, Javier Milei, expresó: “A pesar de diferencias que hoy resultan menores, haber podido conocerlo en su bondad y sabiduría fue un verdadero honor para mí”. Líderes como el rey Felipe VI de España, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, y la presidenta de México, Claudia Sheinbaum, destacaron su compromiso con los pobres y la paz. Incluso figuras no cristianas, como el portavoz de Irán y el primer ministro de India, Narendra Modi, reconocieron su impacto global.
Con el fallecimiento de Francisco, la Santa Sede entra en el período de Sede Vacante. El cardenal Farrell asumirá la administración temporal del Vaticano hasta la elección de un nuevo Papa, un proceso que comenzará en un cónclave entre 15 y 20 días, donde 23 cardenales latinoamericanos tendrán un peso significativo. Mientras tanto, el cuerpo de Francisco será trasladado el miércoles a la Basílica de San Pedro para que los fieles puedan despedirlo, en un ataúd abierto, acorde con su estilo austero.
Un adiós a un pastor universal
La Plaza de San Pedro, silenciosa al amanecer, se llenó pronto de fieles que, entre lágrimas y oraciones, acudieron a rendir homenaje al Papa que llevó el espíritu de América Latina al corazón de la Iglesia. “Era un Papa muy humano, más cercano al pueblo”, dijo una peregrina latinoamericana, reflejando el sentir de millones. Francisco, el “Papa de los pobres”, deja un legado de esperanza y un desafío para la Iglesia: seguir siendo un faro de compasión en un mundo dividido.
Mientras las campanas de Roma tañen en señal de luto, el mundo despide a un líder que, con su humildad y valentía, transformó la manera de entender el papado. Su voz, que resonó en defensa de los “descartados”, seguirá inspirando a generaciones. Descanse en paz, Franciscus.
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